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Testimonio de Juan José Alarcia en el Diario de Burgos en el año 2008

Nos unimos en oración por una vida entregada a la misión, la de Juan José Alarcia Misionero del IEME en Zimbabue, le caracterizaba su sencillez y su sonrisa. Ha falleció en la mañana del 02/11/2016. Descanse en paz.

«La situación en Zimbabue ahora es realmente trágica»

Nació en el pintoresco pueblo burgalés de Villasur de Herreros en el año 1943. Es el mayor de una familia de siete hermanos. Ingresó en el Seminario de San José en 1954, y una vez terminados los estudios eclesiásticos pasó al Seminario de Misiones.

Juan José Alarcia es un religioso comprometido de una forma rigurosa con su vocación. Antes de partir a las misiones estuvo tres años en Burgos, en lo que entonces era el Secretariado de Misiones, compartiendo trabajos con el carismático padre César, de barba larga y canosa, que transmitía el cliché que todos los niños en aquella época teníamos en nuestra imaginación de lo que era el valiente misionero que partía hacia la inhóspita África. Este veterano misionero considera a Zimbabue su patria de adopción, y a pesar de su carácter serio, no puede ocultar su ilusión por volver de nuevo, concretamente a Hwange, ciudad extremadamente pobre, en la que estuvo destinado anteriormente, y que se encuentra muy cerca de las cataratas Victoria.

¿Cómo fueron sus primeros años de misión?
Muy difíciles, ya que era comenzar desde cero. La primera temporada tuve que dedicarme a hacer puentes para poder llegar a la misión. Yo había estudiado en la escuela burgalesa de Formación Industrial Padre Flórez un poco de delineante en un curso intensivo, que me sirvió de gran ayuda. Otra parte muy dura fue el aprendizaje de las lenguas, aunque la lengua colonial es el inglés, para el trato con la gente tienes que saber las lenguas locales, en nuestra diócesis son cinco las que existen; yo me manejo muy bien con dos y con las otras me defiendo, aparte del inglés. Luego es un gozo cuando te sientas en medio de la gente a dialogar y para ver que eres blanco tienes que mirarte la piel [enseña las manos para hacerlo más gráfico].

¿En qué consiste su labor en las misiones?
Las escuelas y el trabajo de escolarización es básico y sirve como plataforma para la evangelización. También se aprecia, a medida que vas entrando en zonas más apartadas de los centros de comunicación, el progreso considerable que ofrece la misión.

¿Un misionero es distinto a un sacerdote?
Yo creo que un sacerdote que no tenga espíritu misionero se queda en un funcionario eclesiástico. La vocación específica misionera no es de todos, lógicamente, lo más normal es que uno trabaje con su propia gente. Pero por la misma esencia de la Iglesia, que tiene que ser misionera, a algunos nos toca, vamos a llamarle privilegio o responsabilidad. Es verdad que es una salida de tu propia patria hacia fuera, es un desafío sumamente importante, y al mismo tiempo es de una riqueza extraordinaria, que te da una visión distinta de todas realidades: La visión mundial, el sentido de otras maneras de interpretar la realidad, otra cosmología, diría yo. Y no digamos nada en lo que se refiere a relaciones humanas y el sentido de Iglesia. Cuando he regresado a España me ha costado adaptarme.

¿La forma de hacer apostolado es igual en España que en África?
Lo podría definir como la fuerza centrífuga y la fuerza centrípeta, si cabe la expresión [intenta con gestos explicarlo de una forma pedagógica]. Allí es hacia fuera; en el momento en que la gente entra a la iglesia y acepta la fe ve que la tiene que compartir y sale a decírselo a los demás. En España, yo tengo la impresión que la Iglesia es la fuerza centrípeta: que venga la gente a la iglesia. Todo está centrado en el templo, e incluso buena parte la iglesia está centrada en torno al sacerdote y el orden sacerdotal; mientras que la Iglesia misionera está más centrada en el bautismo. El sacerdote está al servicio de esa comunidad, que está constantemente hacia fuera, en expansión. Esas dos tensiones me resultan un poco complicadas y habría que ver cómo aprovechar la una de la otra. También tengo que decir que llego a España y me encuentro con que mis compañeros sacerdotes aquí y lo tienen difícil.

¿Para ser misionero hay que ser valiente?
Yo creo que para ser cristiano hay que ser valiente. Para ser misionero hay que tener una capacidad de entrega y de aceptar riesgos. En ese aspecto, puede que sí, que hay que tener un cierto grado de valentía y lanzarse a lo desconocido, por definición sabes que vas a lo incógnito, a otro país, a otra cultura.
Veinticinco años allí y ahora vuelve de nuevo a Zimbabue, ¿por qué?
Puede que parezca una simpleza pero yo creo que la fuerza fundamental es por el amor. Es mi vocación y lo hago con gusto, disfruto haciéndolo y encima vengo aquí y me admiran.

¿Qué espera encontrar?
No lo sé, pero en lo que a relaciones humanas sé que me voy a sentir a gusto, yo diría que más que aquí. Yo estoy muy bien con mi familia, disfruto en el pueblo, sé que aquí están mis raíces, estoy feliz con ello. Es una tensión hacia fuera, es que me tengo que ir. Alguien me decía: te crees que no se van a salvar si tú no vas para allá; ellos sí que se salvan, lo que no sé es si me salvaré yo.

¿Que valoración hace de la convulsa situación que se vive en Zimbabue?
Lo que ahora pasa en el país afecta absolutamente a todos los que podemos estar allí. Hay más de un 80 por ciento de desempleo. En 1995 la expectativa de vida en Zimbabue andada en torno a los 62 ó 63 años, hoy está entre los 33 ó 34. La caída ha sido meteórica hacia abajo. A partir de la independencia los primeros quince años la nación estuvo subiendo hasta ponerse en la cabeza de los países africanos. A partir de 1996 comenzó un descenso vertiginoso. Hay una inflación fuera de control que supera todo lo que uno se puede imaginar. Para que nos podamos hacer una idea, en la independencia un dólar de Zimbabue tenía la misma paridad que un dólar americano. Hace cosa de tres o cuatro semanas le han quitado 10 ceros al dólar de Zimbabue. En estos momentos un dólar americano vale 2 billones. Como dato anecdótico te diré que una barra de pan cuesta cincuenta billones. Entonces el dinero no sirve para nada. Se ha vuelto al sistema de intercambio en muchas cosas. Además como, la cosecha ha sido bastante mala, se ha llegado al extremo de cambiar una cabra por cinco kilos de maíz.

La situación en el país ahora es realmente trágica. Mejor no ponerse enfermo porque si tienes que operarte tienes que comprarte sutura, guantes para el médico, analgésicos, etc. Lo tienes que llevar todo y a ver si tienes suerte que haya electricidad y agua corriente. Actualmente hay focos de cólera en Harare (capital de Zimbabue). Políticamente el país está en una situación trágica y no se acaba de ver luz. Sería interesante que el presidente Mugabe llegara a aceptar que las últimas elecciones no son válidas. La opinión más extendida es que cualquier cambio en el país tiene que pasar porque Mugabe salga de la escena política. Habrá que buscar caminos, pero ciertamente sin la marcha de Mugabe será muy difícil una solución.

¿Hay corrupción?
Sí, por supuesto. La corrupción está a la orden del día.

¿Qué destacaría de los Zimbabuenses?
Tienen un sentido de familia extendida muy fuerte. A pesar de los cambios que ha habido en estas tres ultimas décadas en toda África se sigue conservando el sentido de familia. Hasta hace relativamente poco tiempo no se concebía que hubiese huérfanos, ni ancianos desamparados. Yo conocí a una señora que tenía once nietos a su cargo porque sus padres se habían muerto del sida. Tenía 70 años y había sufrido un par de operaciones, pero esos eran sus hijos, su familia. También la hospitalidad es muy fuerte.

¿Qué concepto tienen del trabajo?
Hay quien dice que los africanos no son muy trabajadores. Yo no me atrevería a decir eso. Tienen otro sentido de valores; hasta la percepción del trabajo. Quizás en Europa se viva para trabajar, en vez de trabajar para vivir. Es verdad que la cultura tradicional africana interpreta que el trabajo es para vivir. Priman más las relaciones humanas que trabajar para tener y poseer. Por otra parte en el ambiente tradicional no hay propiedad privada, el crecimiento es más comunitario.

El sistema de familia es matriarcal o patriarcal. ¿Cómo funciona?
Hay algunos matriarcales, pero casi todos son patriarcales. Realmente en el caso de Zimbabue, que es lo que conozco más cercano, hasta la independencia la mujer nunca llegaba a la mayoría de edad, siempre estaba dependiendo del marido. Por otro lado, el matrimonio no es una cuestión entre una pareja; es una cuestión entre dos familias. Hay valores que pertenecen a la supervivencia del clan, de la tribu, que están más por encima de lo personal. Hay que entenderlo desde esa perspectiva; si lo ves desde el panorama europeo, claro, entonces es machismo a lo bruto.

¿La mujer tiene poder de decisión?
Ahora ha cambiado muchísimo porque las mismas leyes se han modificado y poco a poco la mentalidad va cambiando sobre todo en las ciudades. Ahora el matrimonio es un proceso, no es un acto por el que salen casados. Es una evolución que puede durar varios años; es un compromiso entre dos familias. Esos son unos valores fuertes. La relación de autoridad y de interrelaciones en el interior de la familia también está muy marcado en el sentido tradicional. Reconozco que hay mucho machismo, y fuerte, pero también veo que la mujer en África en los últimos años se ha liberado muchísimo. En muchos aspectos de la vida económica es ella la que mantiene la economía; y no digamos nada en la cuestión familiar; y si pasamos a la iglesia, tres cuartos de lo mismo. En el campo político también se están introduciendo bastante.

¿Existe el divorcio?
Sí. También hay separación si una mujer es estéril. En el caso que el marido deje a la mujer, ella tiene que volver al clan del que ha venido y todo lo que ha pagado el marido por la dote lo pierde.

Vamos a un tema más liviano, ¿el fútbol se vive allí con pasión?
El balompié realmente es un deporte que les atrae y seduce. Ves a los chavalillos con una bolsa plástico, hecha balón, a las tres de la tarde, cuando más quema la arena, descalzos, jugando un partido muy emocionados. En las chozas de los jóvenes se pueden ver pósters de futbolistas españoles.

¿Ha estado alguna vez en peligro grave?
En los tiempos de la guerra he estado en peligro serio. Te hablo de 1976-77 a 1980. Esos últimos años, antes de la independencia, en la zona en la que yo habitaba la guerra estaba muy activa. Yo he tenido varios encuentros con los guerrilleros de grave peligro para mi vida. El 13 de junio del 78 nací de nuevo. Unos guerrilleros armados, uno estaba borracho como una cuba, me abordaron y eso impone mucho respeto. En otra ocasión pues casi me ensartan con una bayoneta.

En las dos veces he tenido oportunidad de hablar con ellos, y eso lo tengo que decir también a favor de la guerrilla, en el momento en que un blanco habla su lengua creo que te respetan, porque entienden que no eres el blanco del que quieren liberarse. Sí que he pasado peligro y grave, aunque lo puedo contar, que no es el caso de los muchos misioneros que han muerto, unos por la guerrilla y otros por el ejército.

¿Actualmente hay movimientos guerrilleros?
No. Está la oposición pero no es un movimiento armado. Hasta ahora no ha habido incidentes de levantamiento armado. Yo creo que pesa mucho en la conciencia de la gente el recuerdo de la guerra. A pesar de todo lo mal que se está, se piensa que hay que levantarse de alguna manera por esta situación de injusticia. Pero lo que se puede hacer con negociación que no se haga con las armas, por Dios. Eso es cosa seria [pone un énfasis fuerte en sus palabras].

Allí es apreciado, querido, ¿tiene más amigos que enemigos?
Amigos muchos, enemigos no lo sé [se ríe levemente]. Me encuentro entre ellos muy a gusto. Tengo muchas personas que me conocen en todas las partes del país. En este aspecto estoy como en casa, igual que en España, yo diría que quizás mejor. Me siento más extraño en España fuera del circulo familiar o de mi pueblo, que allí fuera de la misión donde resido. Las relaciones son mucho más amplias.

Antes comentaba que el tiempo estimado de vida allí ha descendido mucho, ¿cuáles cree que son las causas?
Como decía, el bajón ha sido terrible. Las causas son el sida, el hambre, la malaria, la desnutrición de los niños, etc. ¡Es increíble!

Usted ha vivido verdaderas tragedias y momentos horribles, ¿cuando ve todo eso cree que Dios es justo?
Dios es justo [comenta con un semblante muy serio]. Sé lo que digo. A veces cuando me preguntan ¿dónde esta Dios?, les digo que Dios está en ellos, y mi responsabilidad es ver la forma para que encuentren a Jesucristo los que sufren. Viendo también las situación en el mundo creo que tiene una solución relativamente fácil en la perspectiva humana. ¿Vamos a echarle la culpa a Dios? Menos mal que sigue respetando nuestra libertad, que si no...

Un estudio hecho por el equipo de investigadores de Inglehart afirma que los habitantes de Zimbabue son los menos felices del mundo, ¿qué opinión le merecen estas conclusiones?
Habría que ver qué entendemos por felicidad.

Usted ha realizado entrevistas y publicado algún que otro reportaje, ¿el periodismo es su vocación frustrada?
No. Yo durante cinco años he estado encargado del departamento de Información de Relaciones en el IEME, entonces eso me ha hecho asumir la responsabilidad de ser la ventana hacia el exterior. Mi otra vocación, o mi hobby, más que el periodismo, es la mecánica y la electrónica.

¿El cristiano allí está discriminando o mal visto?
No. Hay un respeto muy grande a todas las religiones. Dentro de una familia puede haber miembros de distintas creencias y no hay fricción. Sí es verdad que hacerse cristiano supone dar un paso importante. Lo tenemos bastante estricto. La preparación mínima para los adultos es de dos años y supone un auténtico cambio en su estilo de vida. Hay sitios que existe poligamia, por ejemplo. Luego está todo lo que supone llamémosla brujería o hechicería con todo lo que tiene a veces de odio y de venganza.

Entrar en el cristianismo es un cambio de vida trascendental. Yo diría que haciendo la comparación con Europa, a muchos de los que aquí ahora se les bautiza sin más con tal que lo pidan los padres, allí el consejo parroquial pondría muchos reparos, porque tiene que haber quien garantice la formación cristiana de ese bebé. Lo mismo pasa con las bodas, que tiene que haber garantía de que se haga como un sacramento. La exigencia es más grande allí para entrar a formar parte en la comunidad de lo que es aquí.

Serafín García Núñez - miércoles, 1 de octubre de 2008