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Nuestros jóvenes dejan huella en la India:

Ubu-Bangalore, donde carencia y talento se dan cita. 


Resulta sorprendente hasta dónde colega el gusto por lo exótico, aunque la experiencia no esté exenta de peligro. Cientos de parejas de novios y de turistas eligen India como destino de vacaciones diferentes. Aparte de los lugares emblemáticos como Agra (Taj Mahal), Benarés, el Ganges… ahora se presentan nuevas rutas como la Fundación Vicente Ferrer, los templos de Hampi, la visita a un gurú o yotui o las plantaciones de té en la zona de Kerala (Sur de India). Una consulta inmediata a la embajada en Delhi o al cónsul en Mumbai, constata que el turismo español, ahora solidario, está creciendo y mucho. Después de los franceses, son los hispanoparlantes el turismo más presente en India. Accidentes como el del grupo de yoga de Ronda o inundaciones como las del vecino Nepal se suceden una y otra vez con una naturalidad pasmosa. Las advertencias de los diplomáticos no son pocas: el tráfico, el monzón, la polución, la higiene… Nada de eso retrae, tal vez el riesgo provoca lo contrario. Aunque estemos hablando de 1300 millones de habitantes, es harto frecuente encontrar a españoles.
En este marco mediático se ubica el Proyecto Ubu-Bangalore. Un proyecto universitario burgalés en India suena muy bien e inmediatamente tiene reconocimiento porque suena a solidaridad, a trabajo, a identificación con los empobrecidos. Y eso que India es un país con un inmenso potencial, que cada vez es más reacio a la recepción de cooperantes para postularse como China, su gran rival, en la avanzadilla de los gozan de un PIB con un 10% de crecimiento anual.
Ubu-Bangalore trata de que un grupo de universitarios de los últimos años de carrera desarrollen alguna de sus capacidades ocultas y necesarias para el mundo que nos rodea. El trabajo intenso en competencias de Inteligencia Emocional hace que los universitarios se conozcan, hablen de sus emociones, confronten su escala de valores, constaten su conciencia social o se planteen el valor de lo efímero o constaten la presencia ‘cercana’ de la muerte. Todo esto que el universitario español lo ve de lejos, se puede vivir de forma intensa y privilegiada en apenas una semana. A primera vista, todo es atractivo. Pero sólo es posible desde la ascesis. ¡Qué palabra! Ascesis es privarse de móvil, vivir muchas horas en silencio, lavarte y plancharte tu ropa, valorar más al equipo que al individuo, saber el valor de lo que comes, ponerte un vestido que no es cómodo, intentar no juzgar conductas educativas que parecen retrógradas… y generar empatía reflexiva para entender qué significan algunas palabras talismán como ‘tolerancia’, ‘diversidad cultural’, ‘país de contrastes’ o ‘diálogo interreligioso’. 
Esto es lo que un grupo pequeño de seis estudiantes y dos profesores han tratado de vivir durante un mes. No importan sus nombres porque la notoriedad hace daño y perturba los pequeños logros convirtiéndolos en heroicos. Lo más importante son las carencias descubiertas porque es en la carencia reconocida donde la educación tiene su espacio. Curiosamente, de ellas nadie está exento. Unos porque no tienen los más elemental, pero están llenos de vitalidad y de esperanza. Otros porque tienen todo material, pero les falta desarrollar la autonomía y las capacidades que Dios les ha regalado, pero que nadie les ha ayudado a desempolvar. Cada uno que se quede con su carencia y con su talento. En India, ambas conviven. En el proyecto UBU-Bangalore universitarios burgaleses tienen la oportunidad de alumbrar. Todo ello gracias a FIDES India, a la Universidad de Burgos y a muchas personas como los Misioneros de San Francisco de Sales que viven la gratuidad como estilo de vida.
Proyecto UBU-Bangalore 2017