Reportaje a Mons. Jesús Ruiz Molina , misionero
A la gran mayoría de ciudadanos de Occidente, la guerra que vive la República Centroafricana ni les suena. Por algo se la empieza a considerar como una de las más olvidadas del mundo. Desde que tuvo lugar el golpe de Estado en 2013, todo se ha ido desmoronando hasta llegar al punto en que ya no hay ni ejército, ni políticos, ni juzgados, ni una administración pública. “Los señores de la guerra imponen su ley y las ONG tratan de mantener al país en una especie coma. Estamos bajo custodia de la ONU, y los cascos azules no controlan la situación, incluso pensamos que no les interesa la paz aquí. La pobreza es inimaginable y el sufrimiento de este pueblo olvidado por todos es una ofensa contra el hombre y contra Dios”.
Quien pronuncia estas palabras es don Jesús Ruiz Molina, misionero comboniano burgalés y que desde noviembre de 2017 ejerce como obispo auxiliar de Bangassou. Ha pasado unos días en Europa, donde ha ofrecido su testimonio para hacer conscientes a varias instituciones internacionales que parecen mirar a otro lado de la situación tan terrible en la que se desenvuelve cada día y la falta de implicación por parte del resto del mundo.
“La dificultad más grande es la violencia y el odio que se ha instaurado en este pueblo entre musulmanes y no musulmanes. Desde hace casi un año, en la catedral, homos dado refugio a dos mil musulmanes que el grupo antibalaka –a los que la prensa considera cristianos- quería exterminar. En estos momentos la convivencia entre nuestros huéspedes –que sufren y por eso se han radicalizado-, y nosotros es un verdadero calvario: no podemos celebrar la Eucaristía ni tener ninguna actividad en radio de un kilometro a la redonda; han destruido nuestras casas, han saqueado nuestros bienes; han secuestrado a uno de los sacerdotes que vive conmigo…
Por otra parte los musulmanes nos agreden, y por otra los antibalaka nos persiguen por haberlos albergado. La caridad tiene un precio, y recibimos golpes de todos”
MOMENTOS DE ALEGRÍA
El clima de peligro afecta a su tarea pastoral, tal y como
relata: “Hasta ahora he visitado ocho de las doce parroquias que tenemos.
En las otras es imposible hoy entrar. Todas las parroquias
están en manos de los guerrilleros de un bando o del otro. Cuando voy en visita
me quedo al menos cinco o seis días y allí la gente es muy cariñosa. Vivo con
los curas y todos los grupos cristianos me buscan para explicarme sus
dificultades y sufrimientos. De una manera especial, la acogida de los Aita
Kwe, el grupo de niños, es especialmente simpática y llena de afecto”. “En la
parroquia –añade- los rebeldes antibalakas me recibieron con insultos por haber
acogido a los musulmanes. Luego pegaron dos tiros al aire previniéndome de que
eran para mí”. Y es que los religiosos y laicos cristianos se van quedando cada
vez más solos, lo que dibuja un panorama nada alentador: “Los líderes
religiosos que alzan la voz son eliminados. De veinticinco religiosas que había
en mi diócesis solo nos quedan seis; las otras han tenido que huir. Lo mismo
con los sacerdotes amenazados, heridos, insultados… De una treintena de
sacerdotes para una diócesis que equivale a una quinta parte del territorio
español, solo veinte permanecen hoy presentes en ella”
Pese a todo, hay momentos de gran alegría, como cuando Jesús
fue ordenado obispo: “Cuando aterricé, un puñado de cristianos vinieron a
recibirme al aeródromo y desde allí caminaron cantando tras el coche los tres
kilómetros hasta la catedral. La gente fue uniéndose a la comitiva y al llegar
éramos unos 250 que pudimos entrar en el templo, cerrado desde hacía seis
meses. Fue una explosión de alegría y la gente lo vivió como un signo de ese Dios
con nosotros”. Esto supone un pequeño lugar para la esperanza tras cinco años “en
este camino cuaresmal”. “Seguimos avanzando en la noche más absurda a tientas y
a trompicones, y continuaremos adelante sabiendo que nuestra meta es la Pascua
del Señor, la Vida para este pueblo”.
(Artículo publicado en revista sembrar (8 al 21 abril
nº 1095)
El lunes recibió
la Delegación de Migraciones esté correo de Jesús Molina
En la Conferencia episcopal me acaban de nombrar obispo encargado de la Comisión de Migraciones en Centroáfrica. Estoy intentando dar los primeros pasos para organizar la comisión pues dicha Comisión no existe en el país, aunque tenemos una quinta parte de la población, casi un millón de personas, desplazadas o emigradas a causa de la guerra que dura ya 5 años. No existe la Comisión, aunque la realidad de los desplazados y refugiados la tocamos cada día en cada parroquia con miles de refugiados acogidos en nuestras comunidades. Vuestras acciones y sugerencias pueden iluminar esta incipiente Comisión que estamos comenzando.
Hoy, después de cinco días de trabajo intenso con el
Cardenal Nzapalainga y el Iman Kobine, hemos dialogado con todas las partes
beligerantes, y hemos conseguido un acuerdo de paz firmado por todas las partes
y la apertura de un corredor humanitario para nuestra zona... Lo más
significativo ha sido esta tarde cuando hemos podido acompañar, con el permiso
de los guerrilleros antibalakas, a un buen grupo de niños musulmanes del otro
lado del río, al Congo, donde están sus familias huidas y que no veían desde
hacía 11 meses. Ha sido una tarde llena de alegría y mucha emoción. Esta es
nuestra Pascua por estos lares.
Que Dios os bendiga y gracias por los envíos.
P. Jesús Ruiz