Jesús Ruiz Molina, Obispo en Bangassou "Cambia el Mundo"
Desde hace ya casi un año es el obispo auxiliar de Bangassou, diócesis perteneciente a República de Centroáfrica, un país sumido desde hace seis años en una cruda guerra que para Occidente permanece en el olvido. La situación no ha variado mucho desde su ordenación, aunque al menos ahora cuentan con «la gran ventaja» de que el ejército nacional, ausente desde 2013, ha llegado bajo el mando de los rusos, lo que puede suponer un cambio en el panorama social y político. «China también ha entrado en escena, y los países que deciden intervenir lo hacen movidos por sus propios intereses, y como dice el proverbio… cuando dos elefantes se pelean, es la hierba la que sufre. Es la gente la que está sufriendo las acciones de mercenarios de todo tipo y procedencia. Pero el hecho de que haya soldados preparados para intervenir es algo que da esperanzas a la gente».
Jesús relata que la violencia es continua y hay matanzas por todos partes. «El 1 de mayo los misioneros combonianos celebramos la festividad de San José y sufrimos un ataque que dejó 27 muertos, uno de ellos era sacerdote. En total hemos perdido a tres sacerdotes este año».
Este conflicto no interesa, «los pobres no son noticia. En mi parroquia, una mañana mataron a sesenta personas, y de esto no se dice nada. Además, hay una lucha de intereses tremenda, enfocada a la apropiación de riquezas de la zona». En agosto del años pasado visitó el pueblo en el que se había producido esta matanza. Allí los cristianos que aún quedan se reúnen para rezar, formando un grupo de unas 15 ó 20 personas. «Cuando llegué, se unieron muchos más. Hice con ellos la Adoración al Santísimo, y tras este momento, aprovecharon para hablar y manifestar su dolor. Delante del Señor todos expresaron su dolor, y decían que no podían más: habían perdido hijos, familia…les invité a lavarse los ojos y abrazar la Cruz, pidiendo poder ver en medio del dolor, pues el dolor es el gran escándalo de los cristianos: Los apóstoles se marcharon todos, ante la Cruz no quedó nadie, y eso es lo que nos puede ocurrir ahora, que este dolor nos aleje, y queremos ver la luz del Señor. A todos ellos lo único que les ha quedado es la fuerza de la fe».
En estos momentos, los objetivos más inmediatos que tiene en su diócesis es abrir la escuela, que llevaba tres años cerrada; y junto con Cáritas, proporcionar ropa a los que lo han perdido todo en las quemas masivas de poblados. Por que así actúan los guerrilleros y mercenarios, quemando todo a su paso. «De hecho, uno de los proyectos en el que estamos inmersos a través de Ayuda a la Iglesia Necesitada consiste en reconstruir los poblados arrasados. También pedimos las listas de viudas y huérfanos. En el recuento que realizamos contamos unos 365 niños huérfanos y 160 viudas, pensábamos que iban a ser muchos menos. Además de las personas que matan, los supervivientes se ven obligados a esconderse en el bosque para escapar, pero las condiciones tan duras en las que tratan de vivir, sin agua, sin alimentos y expuestos a enfermedades, llevan a la muerte a muchos de ellos». El dolor de esta gente es terrible, pero se agarrar a la fe con la esperanza de que va a haber un nuevo amanecer. Como cuenta Jesús, «esto es lo bonito del pueblo africano: tiene una gran fuerza para revitalizarse y comenzar de nuevo. Y es aquí donde tratamos de cumplir con el mandato del papa de dar esperanza a estas personas».
«Actualmente estamos abriendo todas las escuelas, generamos esperanza en esta gente que ya no puede más. Estas escuelas, de la Iglesia Católica, están generalmente subvencionadas al 50% ó 70 %, y buscan que esta generación de niños, que hoy por hoy es una generación perdida, pueda tener un futuro tras seis años sin escuela». Además, otro de los pilares para este pueblo son los sacerdotes, y es necesario trabajar con ellos, apoyarlos y alentarlos. «Muchos han tenido que huir y otros están escondidos o han sido asesinados, y es digno de alabar que los que quedan sean capaces de mantener a su comunidad de creyentes».
A pesar de todo, la alegría está presente todos los días, y basta un acontecimiento especial para que se desborde. «Por ejemplo, hace mes y medio conseguimos abrir la catedral con la ayuda de los Cascos Azules, que custodiaron a todos. La eucaristía que allí celebramos duró cinco horas, en las que la alegría y la gratitud al Señor se manifestó con bailes».
(Publicado en Revista Sembrar y www.archiburgos.es)