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Misioneros: Anunciadores de esperanza ante un miedo que paraliza

 


En el día del Domund viajamos hasta Perú y Argentina, dos de los países latinoamericanos más vapuleados por la pandemia, para conocer el trabajo que allí realizan misioneros burgaleses.


Víctor García Teresa, séptimo de doce hermanos, una de las cuales también siguió sus pasos misioneros, nació en Gumiel de Izán el 2 de junio de 1952. Llegó a Perú el 17 de octubre de 1985, fecha que recuerda muy bien por ser precisamente la víspera del Señor de los Milagros, muy venerado en aquel país. Desde entonces, ha desarrollado toda su labor en parroquias, desde las de la Sierra hasta las del distrito de San Juan de Lurigancho, junto a Lima, que es donde trabaja actualmente.

Allí ha tenido que enfrentarse al peor de los retos, la pandemia de covid-19, que está golpeando al país con gran dureza. «Desde un comienzo las autoridades actuaron rápidamente y bien, pero todo resultó mal», relata el misionero. «El lunes 15 de marzo comenzó el confinamiento. Para el viernes de esa semana, en la parroquia ya teníamos organizado un buen equipo de voluntarios para el reparto de los víveres que enseguida nos llegaron de Cáritas, el Banco de Alimentos y otros donantes particulares. Debido al confinamiento, al comienzo los llevábamos a las casas de gente que los necesitaba; ya después llegaba la gente a las parroquias. Actualmente llegan pocos víveres, pero siempre contamos con algunos donativos que transformamos en alimentos, y ahora hemos priorizado las ollas comunes», explica.

Todavía los templos siguen cerrados; sin embargo, las parroquias están funcionando en todas sus áreas: pastoral social, a través de las ollas comunes y de la escucha tanto telefónica como directamente: «La gente necesita sacar sus miedos, temores, angustias, ansiedades, depresiones…», apostilla Víctor. En casi todas las parroquias de San Juan de Lurigancho las catequesis siguen funcionando de manera virtual –«en la parroquia donde estoy hay dos sacerdotes jóvenes que conocen muy bien estos medios», comenta–; ahora bien, ha disminuido el número de niños y jóvenes inscritos. «Aprovechamos para tener cursos por las noches: Historia de la Iglesia, Biblia, mariología y espiritualidad cristiana, a través de Facebook. Los grupo de oración y hermandades rezan el Rosario y tienen sus charlas virtuales…», añade.

«En cuanto a liturgia, retransmitimos las misas a través de Facebook o YouTube; participa bastante la gente a través de estos medios, pero se pierde el sentido de asamblea; tiene el peligro de que algunos se acostumbren a ello. Los demás sacramentos no celebramos; esperamos ya comenzar a bautizar y tener matrimonios el próximo mes».

 La labor social de la parroquia se extiende al ámbito de la salud y trata de llegara todos. «A comienzos de agosto nos embarcamos en adquirir una planta de oxígeno medicinal. En el grupo que estamos hay bastante gente que no es de Iglesia, pero quieren que sea la Iglesia quien lidere todo esto. Nos ha servido para tener muchas reuniones, hemos hecho colectas, «oxigenatón»… Ya estamos para firmar el contrato de compra, y en menos de un mes ya la tendremos funcionando. El asunto es que, sobre todo al comienzo, escaseó mucho el oxígeno y subió de precio excesivamente; ahora ya no se ven esas colas largas de la gente con su bombona de oxígeno, pero sigue siendo necesario; y el objetivo nuestro es hacerlo llegar a todos, especialmente a los más pobres».

Víctor concluye su relato subrayando: «Tratamos de ser seguidores de Jesús aquí, como vosotras y vosotros lo sois allí: anunciar la Buena Nueva de Jesús, que nos invita a descubrir al Padre-Dios; echar demonios, ayudar a la gente a sacar sus miedos, temores, etc… que les paralizan; y curar cada uno a su manera».

 

«Estamos en los peores momentos»

Argentina es otro de los países de Latinoamérica fuertemente vapuleados por la pandemia. Allí se dedica a la misión Aurora Abejón González, Hija de Santa María del Corazón de Jesús. Tiene 47 años y lleva 18 de misionera, entre México y Argentina. «Providencialmente», y no sin dificultad, ha conseguido viajar a España para celebrar el 25 aniversario de su consagración religiosa tanto en la Casa Madre, en Galapagar, como en el pueblo burgalés que la vio nacer, Pinilla Trasmonte, de donde proceden nueve de las religiosas de este Instituto.

«Nuestro joven Instituto, de derecho pontificio desde 1998, esparcido por nueve países, tiene seis años en Argentina, en la pequeña y sencilla provincia de San Luis, al oeste del país. Allí somos 12 profesas, de las cuales tres somos burgalesas, y tres jóvenes argentinas en formación. Tenemos dos comunidades, con una amplia labor apostólica; una rural, que atiende un famoso santuario dedicado al Santo Cristo de la Quebrada, al que acuden cientos de peregrinos con mucha fe, buscando su milagrosa intervención; una casa de retiros contigua, que continuamente recibe a los sacerdotes, a grupos y movimientos eclesiales y a muchos laicos que acostumbran hacer ejercicios ignacianos. También atendemos, en distintas zonas, la catequesis de niños, adolescentes y adultos, grupo de jóvenes, retiros, acompañamiento a personas mayores, enfermas o especialmente necesitadas», explica.

En una zona periférica de la ciudad, desde hace dos años, asumen un jardín de infancia. Para darle continuidad, adaptaron una zona para empezar progresivamente con la primaria y ahora han iniciado la construcción de la primera fase del colegio, imprescindible para poder continuar con tercero, en el siguiente ciclo escolar.

En estos últimos meses, relata, ante la situación producida por la pandemia, se ha hecho más patente la grave crisis que atraviesa la sociedad argentina, en todos los aspectos. «Muchas de nuestras actividades apostólicas han tenido que cesar, por lo que hemos aprovechado para acentuar la dimensión contemplativa de nuestra vocación, por medio de la adoración al Santísimo, más prolongada; seguras de que la oración es el medio más eficaz para contrarrestar todo mal. El confinamiento y restricción en nuestra provincia y, en general, en todo el país, están siendo muy estrictos, desde el mes de marzo, por temor a que colapse el sistema sanitario, ya que no contamos con suficiente personal médico cualificado y espacios adecuados». «Gracias a Dios y a la prevención, en San Luis no nos hemos visto muy afectados, aunque en las últimas semanas se han empezado a dar casos. En cuanto al país, en general, estamos en uno de los peores momentos», matiza.

«La población a la que atendemos, en general, adolece de muchas carencias espirituales, morales, afectivas, psicológicas y materiales, ahora más acentuadas. Muchos cuentan con planes del Gobierno que mínimamente satisfacen sus necesidades básicas; otros viven al día con lo poco que pueden vender o trabajar… Vemos en muchos, temor; en otros, apatía…, pero también nos encontramos con gente comprometida que está luchando por socorrer a los desfavorecidos, a todos los que Dios pone en nuestro camino, también vía online, en la medida de nuestras posibilidades, buscando transmitir esperanza, alegría y paz».