Mª Dolores Aguirre Ciriza, conocida con el nombre religioso de Cecilia, nació en Falces (Navarra) en marzo de 1926. A punto de cumplir los noventa, tuvo que ser trasladada desde el continente africano hasta Burgos. Quería morir como los árboles, de pie, más lo hizo con la paz de las hojas caducas. Aunque navarra de origen, la mayor parte de su vida, 50 años, la pasó en Zimbabwe. Cuando apenas contaba con dieciocho años, dejó su Falces natal para entrar a formar parte de unas religiosas que llevaban el espíritu misionero en las costuras de su hábito: las Misioneras Hijas del Calvario. En 1958 lideró el primer grupo de religiosas españolas preocupadas por fundar una misión en la próspera colonia británica conocida como Rhodesia del Sur.
En este país, en la región de Hwange, un grupo de sacerdotes del IEME (Instituto Español de Misiones Extranjeras) había iniciado una misión apostólica. Necesitan apoyo en campos como la educación, la sanidad o la promoción de la mujer. Cecilia y tres religiosas más asumieron este reto, después de preparar el título de Magisterio en la vecina Sudáfrica, junto a las religiosas británicas de Mary Mont.
En Zimbabwe inició una escuela de primaria y después de secundaria, dotándose, más tarde, de servicio sanitario. Tras doce años de trabajo comprendió que formando a chicas indígenas el progreso se multiplicaría a medio plazo. Así empezaba la vinculación de la recién declarada república independiente de Rhodesia con Burgos
A
principio de los 70, llegaban a las tierras del Cid las primeras religiosas
para ser formadas en el noviciado del convento de ‘las Calvarias’, sito en una
de las ‘urbanizaciones caravista’ de la incipiente Castellana. Pronto creció el
número de comunidades en Rhodesia hasta llegar a 7, ampliando su campo de
acción a la sanidad, la pastoral parroquial y la promoción de la mujer. Este
crecimiento le valió a Cecilia el ser reconocida como superiora general de la
orden durante 12 años (1970- 1982). En la actualidad el espíritu misionero de
las propias nativas ‘afro’ ha permitido la fundación de nuevas comunidades en
Mozambique, Roma y Jerusalén, siendo más de 200 hermanas misioneras africanas.
Su
entierro se celebró el sábado 28 de febrero en la parroquia de S. Antonio Abad,
acompañada por un reducido grupo de misioneros amigos de Zimbabwe y toda la comunidad
de religiosas de Burgos, sus amigos y bienhechores.
‘Mujer de
gran espíritu misionero y emprendedor, responsable, incentivadora, sutil y
observadora’. En sus labios siempre había una palabra de fe optimista, basada
en su amor a Dios Padre, que alentaba al trabajo y a la apertura. Gracias a su
impulso, esta pequeña orden puso en práctica muchas de las consignas del
Concilio Vaticano II, firmadas en su decreto sobre la misión Ad
Gentes (1965).
En Burgos ha vivido tan sólo un año de
silencio, de conformidad y de disculpa
Carlos Izquierdo Yusta (Parróco)