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Despiden a religiosa en Alto Paraguay

Sor Isidora Villaverde, misionera salesiana de Burgos,  durante 38 años en Paraguay, ha muerto el día 1 de abril, adelantando así la Pascua del Señor y en Él, su Pascua.

 

Nació en Santa Cecilia (Burgos), donde nacieron sus deseos de ser misionera,  he hizo del Chaco paraguayo su patria de adopción.  Se puede decir que “es una misionera con olor de Chaco”.

El Vicariato Apostólico del Chaco tiene  allí las misiones con los indígenas Maskoy, Ayoreos y Chamacocos. Sor Isidora llegó a cada rincón. Conoció el Chaco como la palma de su mano y a ella la conocen todos los indígenas y los paraguayos, habitantes de esas tierras. La conocen y la quieren.  

Durante los 7 meses de su enfermedad, la han acompañado con su presencia, sus donaciones, sacrificios y oraciones. Todo lo que estaba a su alcance era poco para conseguir su curación o su alivio.
Vivió la itinerancia, sistema de vida por muchos años, con donación alegre y generosa. Cuando el Reino sucede la respuesta del mensajero es irresistible y ahí encaja esa misionera para quien el sacrificio, las incomprensiones como las dificultades de caminos o de vivienda, encontraron acogida en su corazón para dar lo bueno, lo lindo, lo acogedor. Y a Sor Isidora, sin saber el guaraní, la entendían todos por sus actitudes copiadas de Jesús. No resistía que el pobre  fuera tratado con menos dignidad. Vivió como pobre y entre los pobres del Chaco paraguayo.
 
Ahora está ya celebrando la Pascua eterna. Nosotros quedamos con ella en Él unidos en la misma empresa del Reino de Dios.

Así daba la noticia el periódico ABC color de Paragaay:

FUERTE OLIMPO, Alto Paraguay (Carlos Almirón, corresponsal). La población de Alto Paraguay despidió a sor Isidora Villaverde Rojo, cariñosamente recordada como “Sor Isi”, quien falleció el martes en horas de la mañana a los 77 años de edad. La religiosa se encontraba guardando reposo en Asunción aquejada de una penosa enfermedad. 
Oriunda de un pueblo llamado Santa Cecilia de la provincia de Burgos de España, trabajó por más de 40 años en esta región, visitando los rincones más alejados del Alto Chaco, ayudando a las personas de escasos recursos económicos y los indígenas. La religiosa llevaba a los olvidados pobladores una luz de esperanza, con su inigualable sonrisa que contagiaba hasta al más pesimista.Muchos de esos recorridos lo hacía al lomo de un caballo, atendiendo la precariedad de los caminos de la región.Fue una de las pioneras en la creación del internado Ñu Apu’a, que funciona en pleno monte chaqueño. A la institución asisten hijos de peones de estancia e indígenas de la zona.En los primeros años de funcionamiento de la escuela, casi no existían caminos para llegar al lugar. En varias oportunidades en épocas de lluvia salía y entraba al local montada a caballo.Otros tantos viajes lo hacia sobre los enormes quebrachos que eran transportados en camiones en la época de la existencia de fábricas tanineras en este departamento, sin importar el riesgo al que se exponía.Hasta el pasado año seguía realizando servicios en esta comunidad y en forma especial a los indígenas chamacoco.