Adiós de
Frumen Escudero Arenas, Misionero burgalés en Perú al P. Martin
La
noticia me ha cogido de sorpresa: ¡ Imposible esperarla ! Hacía poco más de una
semana que nos habíamos encontrado por última vez en la Delegación de Misiones
de Burgos. Él se quedaba en la Delegación, coordinando y animando la dimensión
misionera de la Iglesia burgalesa, y yo con mi pasaje de regreso al Perú en el
bolsillo.
Cuando
nos conocimos, pronto “simpatizamos”: su cercanía y sencillez me impresionaron
y alegraron e hicieron posible un poder dialogar abiertamente sobre
experiencias misioneras y temas eclesiales de actualidad como si nos
conociéramos desde hacía mucho tiempo.
Me
llamó la atención su sonrisa permanente, propia de quienes no tienen nada que
ocultar y pasan por la vida haciendo el bien: ¡Sonreía a todos y por todo!
Desde
el inicio, le vi y sentí como un hombre bueno, sin doblez, entregado a su tarea
con gran ilusión y deseos de aportar desde su experiencia como misionero en
Brasil a la Iglesia burgalesa, al mismo tiempo que de acoger y apoyar a los
misioneros burgaleses.
Ya
en el primer encuentro, se interesó mucho por mi vida en Perú, por los proyectos
que en ese momento “traía entre manos”, y me manifestó su disponibilidad para
apoyar desde la Delegación de Misiones en todo lo que él pudiera. Pronto, muy
pronto, se concretó ese apoyo y recibí las primeras ayudas para la construcción
de un centro de rehabilitación y capilla en uno de los pueblos jóvenes de Lima.
Hablaba
de su compromiso misionero en Brasil como de una experiencia imposible de
olvidar, que había marcado toda su vida y desde la que deseaba aportar en
libertad a una Iglesia “de formas y maneras distintas”, consciente de aceptar
en la Iglesia la unidad en la diversidad.
Me
habló de la riqueza que suponía para él poder compartir cada mañana con las
Hermanas Benedictinas del Monasterio de Palacios la celebración de la
Eucaristía, y poder rezar con ellas. Sin duda que, también ellas, se han
enriquecido con la presencia de este capellán cercano, sencillo, alegre, libre
y muy hermano; lo mismo que la gente sencilla de los pueblos a los que él
atendía los días festivos.
Me
habló de sus padres, entrados en años, con quienes deseaba estar y compartir
como signo de “buen hijo”. Pero, los misterios de la vida y de la muerte han
hecho que “él partiera antes” y que sus padres hayan podido recoger en medio
del dolor signos abundantes de que el hijo misionero VIVE apreciado y querido
por todos sus conocidos y amigos.
Gracias
Martín por tu ser y por tu vivir al servicio de los hermanos, particularmente
los más pobres. Gracias por tu generosidad misionera y haber sabido “ir a la
periferia” como nos dice el Papa Francisco. Gracias por ese saber darte en
amistad de una manera sencilla, sin complicarte ni complicar, y compartir la
experiencia de fe en el Resucitado, que ahora vives en plenitud.
Gracias
Martín.
Hno.
Frumen Escudero Arenas,
Misionero burgalés en Perú
Misionero burgalés en Perú