Hemos encontrado al Mesías: Jn.1, 35-42: Vengan y vean.
Is.55,8 Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos
Queridos misioneros y misioneras. Nos reunimos hoy como familia misionera, todavía dentro del marco de la Navidad, como cada año, celebrar un aniversario más de mi ordenación episcopal que un 6 de enero el S. Papa Juan Pablo II realizó en la basílica de S. Pedro en Roma.
Ciertamente que en la vida hay
acontecimientos que nunca se olvidan y que dejan huella profunda porque cambian
los planes y proyectos de las personas.
¿Quién sabe los pensamientos y
proyectos de Dios? Solo Él y a los que quisiera revelárselo.
Yo nunca pensé ni desee que el episcopado
entrara a formar parte de mi vida, llegue a esta tierra amazónica con casi 4 décadas
de mi nacimiento para cumplir mi proyecto de ser un sacerdote misionero en un
lugar del mundo donde Dios me necesitara para servirle entre la gente pobre.
Llegaba a esta selva ecuatoriana donde nos encontramos y han pasado más de 30 años.
Llegaba queriendo sembrar la esperanza y el amor de Dios con mucha alegría e ilusión
como muchos misioneros y misioneras, para dar la vida sirviendo a Dios en los
más pobres y construir su Reino en esta tierra.
Dejando atrás
mi tierra, mi patria y mi familia, me lance mar adentro por los caminos de la Misión,
como que los caminos y las montañas se iban enderezando y allanando con el
pasar de los días y de los años, me sentí feliz en las parroquias que la
autoridad me encomendaba, comprendía que lo que se me pedía en una Iglesia que
estaba en implantación, como es una Iglesia
misionera, necesitaba misioneros y misioneras con disponibilidad total para
hacer realidad los proyectos de Dios.
Nunca se me
paso por la cabeza que esa disponibilidad misionera de ponerse en las manos de Dios, me iba a
pedir asumir la dura tarea del episcopado en una tierra de Misión.
Podemos pensar
que nos gusta cumplir años cuando somos niños y cuando somos jóvenes, compartir
la alegría y el aniversario de que un día nacimos y Dios nos regaló la vida
para compartirla con los nuestros, me gusta ver ese pequeño pueblo donde nací, donde poco ha cambiado, pero el paisaje
inolvidable de mi tierra de Castilla en La Horra Burgos (España), las viñas y el trigo parece que nada
ha cambiado, pero si miramos a las personas, si han cambiado, pocos niños y muchos ancianos. Los pueblos se vacían
en Europa y van quedando los
ancianos guardando las raíces.
Allí queda la
Iglesia donde aprendí a ser fiel
monaguillo, fiel testigo de mi infancia, los hermanos fuimos cada uno saliendo
para hacer realidad los proyectos de nuestras vidas, salieron los amigos,
muchos vecinos pasaron a mejor vida, el
paisaje no ha cambiado, sigue el monte, la fuente, la escuela y tantos recuerdos, y aunque se diga que de
recuerdos no se vive sin embargo nadie
puede olvidar sus raíces.
Llegar hace mas de 30 años a esta ciudad Puyo,
que en aquel entonces, 1990, me parecía un pueblo grande, donde para llegar
pasábamos por el desfiladero de la carretera desde Baños por un precipicio intermitente y peligroso donde no había ni un kilómetro de asfaltado, ni túneles, solo
lastrado de lodo y de huecos, no había tantas cosas que hoy tenemos, pero hoy
vemos que se convirtió en una gran ciudad a pasos agigantados y no ha sido sin sacrificio.
Este pueblo si
ha cambiado como también la Iglesia y su vida que vimos
al llegar. Lo mismo podría decir los misioneros que me antecedieron en
la misión y hoy aún están entre nosotros, pero
¡cuánto queda hoy por cambiar!
Un día Dios me
pidió salir de mi pueblo, volar por los aires y llegar a otro continente
que el Papa S. Juan Pablo II me decía el día de mi consagración episcopal: “me
traes a la mente, América, continente de la esperanza por el que hemos
celebrado recientemente una asamblea especial
del Sínodo de los Obispos” .la palabra esperanza la volvió a repetir
cuando en su homilía me decía, “tu misión es rica en esperanzas.” Ojala
no hayamos defraudado esa esperanza de Dios.
Han pasado 22
años desde aquel día en que el Papa puso sus manos sobre mi cabeza y me
consagró como obispo de la Iglesia
católica , volver la vista a tras para recordar aquel día en que me
encomendaba ser el obispo y pastor de esta Iglesia misionera, es para decir hoy
a Dios, Gracias,
porque siendo yo indigno de que te fijaras en mí, me llamaste para seguirte, y así como un día me hiciste sacerdote de tu
pueblo para servir a la Iglesia universal hace más de 44 años, de igual manera
me consagraste para ser padre y pastor de esta Iglesia particular del Vicariato
de Puyo. Por eso hoy a vosotros, sacerdotes, misioneros y misioneras, seminaristas
laicos comprometidos que compartís
conmigo esta tarea de la evangelización, os invito a uniros en mi acción de
gracias y a pedir a Dios que nunca me
falte su gracia para cumplir su misión, siendo fiel a su llamada a pesar que
haya que pasar momentos muy duros, que saboreamos la amargura , el transitar por cañadas oscuras en que en verdad sentimos
que el va con nosotros porque de otro modo no lo hubiéramos podido superar.
Muchas cosas
podríamos contar de esta nuestra
historia tejida por tristezas y alegrías
pero siempre con fe y esperanza .Hoy en el evangelio de la llamada de
los primeros discípulos que compartieron su vida con Jesús, resuena su
pregunta y su respuesta. ¿Qué
buscáis? Venid y veréis y se quedaron con EL. (jn1, 38-39)
También nosotros, como Juan y Andrés hemos
sentido en nuestro corazón, el deseo de conocer a Jesús, de compartir su vida,
y él nos ha invitado a vivir con él, fueron y vieron donde vivía y se quedaron con él. La llamada a la
misión es una llamada que seduce, que atrae, que encandila y que convence, “la llamada a la misión” no es
cualquier llamada .¿ y porque ? porque
es El, el que la sostiene, el que marca el camino por donde seguir, el que acompaña, anima y nos levanta de
nuestras caídas para llegar a la cima de la entrega del sacrificio, del amor
gratuito, de sentir que en verdad el corazón se llena de paz
y alegría, de saber que somos sus
instrumentos por los cuales Dios deja sembrando el amor que florece. Que hermosos los pies del mensajero que
por el monte trae la paz.Is.52,7. La buena noticia que Jesús nos mandó
predicar “Vayan por todo el mundo y anuncien el evangelio a todos los
pueblos” (Mc 16, 15-18)
La invitación
de Jesús a Juan y Andrés en aquella
tarde que Juan nunca olvidará “vengan y
vean” no quedaría en una visita sin consecuencias, una visita sin producir
fruto, y es que el verdadero encuentro
personal con Jesús no deja a
nadie indiferente, Andrés saliendo de aquel encuentro fue a buscar a su hermano Simón y le dijo: hemos encontrado al Mesías, al
Cristo. Que les habría dicho Jesús en aquel encuentro para anunciar Andrés
con esa afirmación, hemos encontrado a Cristo, era algo que lo sentía
tan fuerte en su corazón, que le quemaba, no podía retenerlo, lo tenía que
decir a alguien, y ahí va a contarlo a su hermano Simón que quizá era en el que
más confiaba, como se lo diría, que Simón
le sigue hasta presentarse a Jesús. Ese es el misionero que contagia con su
palabra que lleva antes en su corazón ardiente, el deseo que otros también
conozcan lo que él ha conocido. debemos ser no solo luz sino fuego que arde y
que quema.
El evangelio
nos dice, que Jesús le miró fijamente a Simón, como seria esa mirada de Jesús,
para cambiarle de nombre, una mirada trasformadora penetrante, y decirle:...” tú
eres Simón Hijo de Juan, tú te llamarás
Kefas” que quiere decir piedra. Jn.1, 42)
todo un proyecto de vida nueva para Simón,
y seguiría escuchando, desde hoy serás pescador de hombres no de
peces. Y seguiría escuchando más adelante, ¿Pedro me amas más que estos? tú sabes que te amo. Apacienta mis ovejas”.
Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del
infierno no la derrotarán”mt.16,18. Palabras que también nos las
hace Jesús a cada uno de nosotros.
Dios cambia
nuestros planes y proyectos lo sabemos porque lo hemos visto y lo hemos sentido
en nuestra propia vida. pero benditos los planes de Dios y dichosos lo que no
se oponen a ellos, porque Dios es fiel siempre a pesar de nuestra infidelidad.
Por ello hoy juntos pedimos que el Espíritu de Dios nos conduzca y nosotros
seamos dóciles a su espíritu para hacer no nuestra voluntad sino la de aquel
que nos llamó, como Él fue fiel a la misión que su Padre le encomendó. Igualmente se lo pedimos a María la mujer fiel
con su si generoso hágase en mi según tu voluntad, que ella como madre nos
acompañe en el caminar con su ternura de madre y nos proteja de los peligros
que nos acechan en el camino.
Nada
fácil ser obispo, cuando debe ejercer esa triple misión de santificar enseñar y gobernar,
identificarse con Cristo sacerdote profeta y rey. Con la gracia de Dios y la
oración de su pueblo, podrá llevar adelante esta carga que es cruz y servicio a
Dios y a su pueblo. Sigamos construyendo ese Reino de Dios en este mundo, reino
de paz y justicia, reino de amor y verdad. Levantar la voz de profeta para
anunciar y denunciar aunque algunos no les guste. No estamos para contentar y alagar
a oídos humanos sino para ser agradable a los ojos de Dios. Recen por mi para
que pueda cumplir cada día la misión que Dios me encargó. Y gracias por vuestro
apoyo en esta tarea compartida de ser una Iglesia misionera, sinodal y fraterna
y hacerlo todo con amor. Celebrémoslo hoy con alegría, sigamos soñando como nos
dice el Papa en mi Querida Amazonia, soñemos juntos para que los sueños y
esperanzas se hagan realidad con el Espíritu de Dios.
Mons. Rafael Cob