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El Mes Extraordinario Misionero, un Kairós para la Iglesia por Fabrizio Meroni


Las Obras Misionales Pontificias (OMP) de España son únicas a nivel mundial en el sentido positivo dada la capacidad integral de trabajar en las diferentes dimensiones de las misiones “Ad Gentes” de la Iglesia en particular.

En primer lugar, comenzamos con una cuestión de fundamento teológico. La misión nace en la Iglesia porque la hace un instrumento para la salvación, por el contrario, la visión de la misión como un instrumento termina matando la misión ““Ad Gentes””. El envío divino de la Iglesia para los gentíos es para que la iglesia sea instrumento universal de salvación. La Iglesia es mucho más que un medio o una señal que hay que superar. Por tanto, la misión debe entenderse como participación histórica y sacramental eficaz dado que la “Misio Dei” es una “Misio Trinitatis”. La Iglesia es de naturaleza misionera por el derramamiento del espíritu en Pentecostés funda la iglesia en estado permanente de misión.

La misión “Ad Gentes” es la forma original, el paradigma y el modelo que configura la misión evangelizadora de la Iglesia porque expresa el anuncio de la salvación convirtiendo a todos los pueblos en discípulos misioneros de Jesús. Vivir el Sacramento de la reconciliación marca la verdadera diferencia, la misión es conversión, bautismo, fe y amor porque es voluntad de Jesús con respeto a su iglesia. La misión “Ad Gentes” sirve como el primer anuncio a las personas aún no trasfiguradas por la Pascua de Jesús. Manifiesta el flujo del espíritu que emana en la Pascua. Los no cristianos están orientados al pueblo de Dios y se salvan única y exclusivamente en la Pascua de Jesucristo como nos dice Lumen Gentium en el punto dieciséis.

El Papa Francisco en el 2014 hablaba abiertamente sobre los que reciben el Bautismo y de los que no. La misión “Ad Gentes” muestra que la Iglesia es enviada para la salvación al mismo mundo que el mismo Dios ha creado. En el anuncio, los destinatarios de la misión “Ad Gentes”, necesitan la salvación de Cristo como cumplimiento del proyecto original. Toda la creación pide la eternidad de la vida de Dios.

Escuchamos al pontífice expresiones como: Iglesia en salida, hospital de campaña, etc. Este pensamiento Francisco lo manifiesta citando en Evangelii Gaudium en el punto quince a S. Juan Pablo II: “Es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio a los que están alejados de Cristo, «porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia». La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia» y «la causa misionera debe ser la primera». ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia. En esta línea, los Obispos latinoamericanos afirmaron que ya «no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos» y que hace falta pasar «de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera». Esta tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia: «Habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse». La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante. La misión de Jesús se convierte en el criterio del discernimiento espiritual para evaluar las estructuras pastorales, la fecundidad de los ministros y la alegría de que somos capaces de comunicar.

Actualmente nos encontramos en una profunda crisis del sentimiento eclesial sobre la misión. Se extiende entre bautizados un cansancio misionero, tras la autoreferencialidad eclesial se esconden diferentes formas de inculturación. La irrelevancia social de cristianos y la necesidad de ser aceptados y perseguidos en la era digital nos pone en el punto de mira y lo mundano desencadena en una tentación donde parece que nos interesa renacer lo antiguo. Estamos tentados a reducir la misión de una justa posición de objetivos. El valor de audacia apostólico es necesario para recrearnos con nuevas modalidades de presencias cristianas.

La crisis de la misión es una crisis de fe que es la tragedia de nuestros tiempos. Todos hemos sido creados para lo que el Evangelio nos propone: amistad con Jesús y amor a los demás. El misionero está convencido en que existe en las personas y pueblos, por acción del espíritu, una espera por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre y sobre el camino que lleva a la liberación del pecado y de la muerte.

A continuación, desglosamos cuatro elementos esenciales para que el mes misionero extraordinario desencadene en procesos de conversión porque se trata de colocar en movimiento fuerzas que ya existen pero que no están bien lideradas por los pastores:

1. Redescubrir el vínculo intrínseco entre misión y salvación cristiana. Preguntan los misioneros si la acción de la misión “Ad Gentes” tiene como finalidad la salvación. El interés por el dialogo, por la pluralidad y no por el pluralismo, este interés debe rehacerse con una oferta de salvación cuyo corazón es el misterio pascual. Estar preocupados por la salvación operada por Cristo significa estar interesado para que todos tengan vida y la tengan en abundancia y para siempre. No se nos ha dado un producto para vender sino una vida para comunicarnos.

2. Necesidad de recuperar en la fe la relación con el mundo que nos incluye a cada uno de nosotros que nos rodea, al mundo del tiempo y del espacio de culturas y religiones. Debemos aprender de Dios que para salvar al mundo lo ama desde la creación y nos envía a Cristo. Dios rico en misericordia nos ama pese a ser pecadores, por nosotros a sacrificado a su propio Hijo, por la gracia en la fe. Hay que tener en el centro de la preocupación de la pastoral la misión esta realidad. Es bueno recordar enseñanzas de S. Juan Pablo II en Christifideles Laici. La misión “Inter Gentes” es complementaria con la misión ““Ad Gentes”” nunca en oposición, es un modo de presencia dinámica. La fe que penetra esta interculturalidad trasfigura la materia, los cuerpos y el mundo para gloria de Dios.

3. Necesidad experiencial y teológica de restablecer y comprender mejor la lógica sacramental del evento Jesucristo su Encarnación y su Pascua. Limitar la misión de proclamar es probar la Palabra de Dios de la concreta realidad histórico escatología y la eficacia salvadora de la obra misionera en la Pascua de Jesús.

4. Gestión ausente de mucho diálogo intercultural e interreligioso. En esta perspectiva de esta necesidad del despertar misionero no nos sorprende la decisión del Papa de convocar un mes misionero extraordinario de octubre. El Papa pide que la Iglesia se renueve. Francisco interpreta la Maximun Illud.

Álvaro Zamora Gómez